por Víctor M. Oxley
La película más costosa del cine paraguayo -afirman que sus
gastos orillan unos 1,3 millones de dólares- la biopics "Mangoré, por
amor al arte" fue estrenada el 21 de agosto, y con ello las
expectativas que metódicamente fueron creadas por sus productores llegó a su
cenit. La reacción como secuela de tal fenómeno empezó con una serie de
señalamientos críticos en cuanto a su concreción.
Una biopics -según
definición de George F. Custen (1992, Bio/Pics: How Hollywood Constructed Public History, New Brunswick, NJ: Rutgers University
Press)- "está
construida sobre hechos o porciones de la vida de una persona real a la que su
nombre hace referencia", agrega también que suelen
centrarse en el contenido biográfico
con referencias a una realidad histórica,
de aquí surge la pregunta ¿cómo equilibrar realidad, objetividad
y ficcionalidad en ella a instancias de los condicionamientos de la
lógica de producción de Hollywood?.
En este contexto podemos citar que el director Morten Tyldum,
construyo su película The imitation game (Descifrando Enigma)
basándose en el libro de Andrew Hodges (Alan Turing: The Enigma).
Aún así el escritor Hodges se asombro de la capacidad de inventiva libre en el
guión por parte de Tyldum a expensas de que su libro es una biografía histórica
rigurosa. En el trance hacia esta quimera tyldumiana, al genial científico
británico de la Inteligencia artificial, la computación electrónica, lógica
matemática y matemática pura –además de la criptografía claro- le condimentaron
la vida con romances, tensiones y espías que jamás existieron. En esta línea
argumental también podemos preguntarnos ¿Cuan real es el profesor John Nash
(Nobel de Economía) en la película A
Beautiful Mind (Una mente brillante)?
Esta bella película sobre la vida de John Forbes Nash Jr. está basada en el
libro de Silvia Nasar. De hecho es verdad que Nash estudio y enseño en
Princeton, pero los delirios esquizofrénicos en donde constantemente es
abordado por un compañero ficticio acompañado de una niña, a la vez que es
asediado por un agente de la CIA (el actor Ed Harris en la película) jamás
sucedieron. En realidad Nash padeció de ilusiones auditivas y delirios
paranoicos que no fueron tan sistemáticos como se representan en el film. Otro
detalle exagerado es la relación entre Alicia y John (muy idealizada en la
biopics) que ya problemática en sí a partir de la enfermedad del genio
matemático, se complico en la vida "real" sobremaneramente con el
agregado de la condición homosexual de Nash y del hijo que tuvo este con otra
mujer. De esta biopics la autora
Nasar comento sorprendida que "inventaron una narración lejos de ser
literal".
Películas como The imitation game, A Beautiful Mind, o The Theory of Everything (sobre la vida Stephen Hawking) y
Creation (sobre Charles Darwin) por citar algunas nos llevan a la cuestión de
¿Hasta qué punto ayudan o perjudican las películas al público sobre la manera
de entender a los científicos en particular y a la ciencia en general? (Sobre este tema se
puede leer: Projected Art, History, Biopics, Celebrity Culture, and the Popularizing
of American Art de Doris
Berger [2014, Bloomsbury
Academic, New York].
Las biopics que
Hollywood crea son reales no porque son creíbles dice George F. Custen, sino más
bien deben ser considerados reales porque a pesar de las evidentes distorsiones
en menor o mayor amplitud son creídos por una inmensa multitud de espectadores
(aquí hay que señalar que no porque una legión de personas crean algo, ese algo
debe ser verdad).
Por otro lado podemos comentar que tanto el productor Leo
Rubin como el director y guionista Luis Vera de la propuesta del séptimo arte titulada
"Mangoré, por amor al arte"
afirman que esta biopics del notable
músico paraguayo -genio universal de la guitarra- se da a conocer a través de
una ficción basada en hechos reales, y este postulado a modo de declaración de
intenciones amerita algunas observaciones.
Luis Vera destacó que el principal desafío del filme fue
“sobrepasar la biografía estrictamente lineal y los datos que tuviesen que ver
con la realidad”. Agregó que su intención fue la de “crear un personaje de
fantasía, un personaje de ficción a partir de los datos reales que entregaba la
historia”.
Bajo la bandera de que es una película de ficción, las
inexactitudes de los hechos se cuelan como de un valor puramente estético; así
por ejemplo de entrada nomás un niño Agustín Barrios ya soñaba con ser el
cacique Mangoré, y como sabemos Agustín Barrios recién en la década del año 10 de
principios del siglo XX concibe la idea de convertirse en el cacique Nitsuga
Mangoré, el Paganini de las junglas del Paraguay. Tramo después, se ve la
escena en la cual Isabel (su primer nombre realmente es Gregoria) Villalba pone
en brazos a Pedro Virgilio, el hijo de ambos, excusándose Barrios a su amada
que su gira le impidió estar con ella y el niño, más adelante ya Isabel con dos
niños hijos de Mangoré -y ya mayorcitos- el segundo de nombre Reinaldo
Robustiano, a presión de los padres de Isabel piden a Barrios reconocer
legalmente a sus vástagos. Esta escena es imposible pues como sabemos el primer
hijo de Mangoré nace el 19 de octubre y es reconocido tres días después en el
registro civil por su padre el día 22 de octubre de 1908, al segundo hijo jamás
lo inscribió en el registro civil con su apellido. Una escena que aporta
confusión es aquella en la cual Mangoré declara que la obra que va a
interpretar esta dedicada a la mulata Gloria Silva, hasta aquí todo bien, pero
cuando escuchamos el audio de Choro de
Saudade en la película quedamos en el limbo. Esta obra está dedicada a Américo
Piratininga de Camargo (hijo de su amigo cercano Joao Avelino de Camargo) y no
a Gloria, a esta le dedico un vals Gloria y amor. Tal vez la escena más
borrosa sea aquella en la que un presidente Eusebio Ayala condecora a Agustín
Barrios (hecho ficticio que encierra una maliciosa ironía) en el propio Palacio
presidencial, y en este acto Mangoré pide a este crear una "Academia"
en donde enseñase música; por las escenas siguientes se entiende que el
presidente Ayala da directivas a su ministro en una carpeta que contiene el
proyecto, pues un secretario de este pide a los Barrios hagan lobby con los
parlamentarios para lograr aprobar el proyecto. Martín (hermano de Mangoré)
enojado por el manoseo político abandona la reunión y queda Mangoré conversando
con el secretario. Cuando Mangoré pide retirar la copia del proyecto se
encuentra con la sorpresa de que el secretario no lo tenía y se subentiende por
las escenas, que los políticos nunca tomaron en serio tal cosa, el rostro de
Mangoré lo dice todo pues se llena de total decepción y apesadumbres. Ya me
canse de demostrar que tal negativa jamás existió [Víctor M. Oxley (2009) Agustín Barrios Mangoré. Ritos, Cultos, Sacrilegios
y Profanaciones, ServiLibro, Asunción; y Mangoré Eterno (2015). Bubok Publishing S. L., Barcelona] esta
espuria pseudo crónica es falsa de toda falsedad. Las referencias políticas en
la historia de Mangoré son urdimbres de políticos que han ensayado la
historiografía, en especial Saturnino Ferreira Pérez quien de hecho tuerce de
propósito algunos hechos de la vida de Agustín Barrios por el sólo hecho de
hacer quedar mal a ciertas personas que no son de su agrado. Y esto de que
Mangoré tuvo que dejar para siempre su querido Paraguay es un invento que cae
en esta categoría y que dentro de los hechos que connotan su vida la demarcan
forzosamente en los límites de la mentira. Creo que la más grande omisión en la
película es el hecho de que Agustín Barrios Mangoré encordaba su guitarra con
cuerdas de acero, de hecho las obras de Mangoré en las manos virtuosas de Berta
Rojas suenan con el color tímbrico habitual del nylon en la película, más es
harto conocido que Mangoré toda su vida las prefirió por sobre las de tripa o
las de nylon, si se quería dar un viso de realidad al audio de la película
también la interpretación de la música que aparece en ella debiera de sonar con
las cuerdas de metal cruzando el diapasón. Y así, se van sucediendo otros
hechos que ameritarían una larga discusión. Este procedimiento de inventar
hechos o cambiarlos en sus detalles no es inocuo, pues deja un daño colateral
irreparable, la opacidad referencial de los hechos reales que se difuminan en
un amasijo indeterminado de estados en donde la ficción engulle a lo fáctico.
Mangoré (Agustín Barrios) fue un personaje "real"
de carne y huesos como cualquier mortal, pero fecundo como pocos en la creación
musical por ello es considerado hoy el más grande paraguayo por su contribución
al legado cultural de la Humanidad. Hacer un film que intente caracterizarlo es
de hecho un gran desafío, y este desafío por sobre todo es un desafío moral,
que a ciernes se constituye en una "obligación" moral pues no estamos
hablando del vecino de la cuadra. Si bien aceptamos que el cine, el séptimo
arte, se funda en la ficción, no por ello este debe abandonarse a la
construcción sin límites de quimeras que sucumben a la incoherencia borrosa de
hechos que falsean la verosimilitud de la vida misma del genio recreando forzosamente
la "realidad" del guionista a su caprichosa vorágine. El cine es un
arte masivo y en alto grado su mensaje lo transmite a un receptor pasivo, que
deja fluir su discurso sin miramientos dinámicos ni mucho menos detenimientos
crítico reflexivos. El público común consume lo que se le presenta, tal cual
pasa frente a sus ojos. Este pasivo espectador se preguntará acaso ¿Si la
historia que observa está construida sobre la verosimilitud de los hechos
reales que connotan a los personajes? la respuesta a esto es un rotundo NO. El
público pasivo da por hecho que lo que está viendo fue así tal cual se le
narra. El público pasivo no tendrá una "duda metodológica" al estilo
cartesiano sobre la veracidad de los sucesos que transcurren frente a él, de
hecho, el film lo convierte en testigo privilegiado de los hechos que se le
imponen. "Es la vida de Barrios pero con vuelo creativo, que debe tener todo guion explicitaba
Leo Rubin a manera de petición de principios (como se argumento a lo largo de
estas reflexiones este punto de partida deja nulo el compromiso socio-cultural
que tiene que tener el productor, director o guionista de una biopics con ambiciones como esta),
pero nosotros queremos hacer
una reflexión sobre ella ¿cuál es el nivel de compromiso moral que tiene el
guionista, el director o el productor de la biopics
"Mangoré, por amor al arte"
frente a su imaginaria recreación de una realidad inexistente en algunos casos,
que según se constata re-crea un Agustín Barrios a sus propias exigencias supeditando
la realidad al fin comercial con miras al mercado de espectadores? nos
preguntamos esto pues los mismos afirmaron que la intención ex profeso era
"sobrepasar los datos que tuviesen que ver con la realidad". Como es
una película no pondrán notas aclaratorias a pie de página o adendas al estilo
de los libros en donde aclaren que ciertos hechos son creaciones propias y de
hecho jamás acontecieron en la vida de Mangoré.
¿Quién reparará el daño histórico-cultural de esta gran
ficción? en este sentido un crítico señalaba refiriéndose a la biopics The
imitation game de Tyldum
sobre la vida del científico británico Alan Turing: "Los que no conozcan al genio, aprenderán muy poco sobre él.
Los que veneran su memoria sufrirán", así también pasa con el ficcionado Agustín
Barrios Mangoré de Luis Vera, después de este parcialmente infructuoso esfuerzo
cultural. Sí según Leo Rubin "El objetivo siempre fue que la gente sepa
más sobre Mangoré", este esfuerzo debería de haberse fraguado con vuelos
de la imaginación sobre un sólido cúmulo de datos y hechos veraces de la vida
"real" de Mangoré y no inventar hechos que hasta contradicen lo que
hoy sabemos sobre su vida ¡Que gran oportunidad malgastada y desperdiciada!